Morim per una tyropita

"–¿Uno de ustedes o algún otro interno del geriátrico conoce a una tal María Jambu? Era de Estambul y, antes de partir para Grecia, pasó una temporada aquí. Durante los últimos años estuvo viviendo con su hermano en Drama. Debe de tener la edad de ustedes, quizás un poco mayor. 
–Ahora sí que te has pasado –dice Kerémoglu con sus gafas tipo Onassis–. No hay nadie mayor que nosotros. Somos las antiguallas del lugar. 
–De acuerdo, retiro lo dicho –respondo haciendo acopio de paciencia–. ¿Conocían a María Jambu? 
–Jámbena. Nosotros la llamamos Jámbena –farfulla el desdentado Sefertzidis. 
–¿La conocen? 
–Cómo no. Estuvo aquí anteayer –declara Kerémoglu. 
–¿Dónde? ¿En el geriátrico? 
–Sí, vino a ver a su cuñada, Safó. 
–¿La hermana de su marido? 
–Para ser su cuñada, tenía que ser la hermana de su marido, ¿qué si no? ¿En Grecia lo decís de otra manera? –se extraña Sefertzidis. 
Me trago con mucho gusto la idiotez de mi pregunta y la ironía de Sefertzidis, porque delante de mí se abren nuevos horizontes. 
–¿Su cuñada vive aquí? 
–Sí, aquí al lado –toma la palabra Kerémoglu–. La mitad vivimos aquí y la otra mitad, al lado. Aunque, poco a poco, todos acabaremos allí. 
–¿Qué hay al lado? ¿Un pabellón nuevo? 
–No. las tumbas. 
–¿Ha muerto? –Ya está. Se ha roto el último eslabón que podría conducirme a María Jambu, me digo. [...] 
–¿Cuándo estuvo aquí María Jambu? –pregunto, porque sé que con la decepción que me ha embargado, corro el riesgo de perder el control de la situación. 
–El martes, anteayer –dice Sefertzidis–. La verdad es que se disgustó mucho cuando supo que Safó había muerto. «No he llegado a tiempo», decía. 
¿A tiempo de qué?, ¿de matarla también a ella? ¿Se le fue antes de poder envenenarla? Algo no encaja. La imagen que me he hecho de la viejecita, aunque sea hipotética, no corresponde a la de una asesina desalmada. 
–Safó se hubiera alegrado de verla –dice Kerémoglu–. Siempre hablaba de ella. Aunque parece que no se llevaban bien, según Safó. «A mí no me ha querido nunca nadie, porque no me gustaba fingir», nos decía Safó. «Siempre he soltado la verdad a la cara de todos. También al inútil de mi hermano, que se despertaba, trabajaba y dormía con la botella de dúsiko bajo el brazo, y luego se ensañaba con mi cuñada. 'Déjale, loca', le decía yo a María, 'o él acabará contigo. Sea con su mala baba o con sus borracheras.' Lo único bueno de todo aquello fue que, cuando empezó a pegar a su mujer, dejó de pegarme a mí. A María la cegaba el amor y ni siquiera me dejó entrar en la iglesia cuando enterraron a mi hermano.» Y siempre terminaba diciendo: «No le guardo rencor. El Señor atonta a los que buscan su propia perdición». 
–¿Qué es el dúsiko? –pregunto a Kerémoglu cuando se le agota el aluvión de palabras, porque es la primera vez que oigo hablar de esta bebida. 
–El rakí –me explica–. Los turcos lo llaman rakí. Vosotros lo llamáis ouzo y nosotros, dúsiko
No sé cuándo estaba en lo cierto Safó, si entonces o ahora. ¿La atontó a María el Señor cuando conoció a Anastasis Jambos o ahora, cuando ha decidido vengarse a un paso de la tumba? Al menos he averiguado algo: la cuñada no guardaba rencor a María Jambu, aunque ésta la hubiera tratado pésimamente. Se me ocurre que la frase «no he llegado a tiempo» podría significar que deseaba pedirle perdón. 
–¿Conocían a María Jambu de antes o la vieron por primera vez cuando vino a visitar a Safó? 
–Era la primera vez que la veía –asegura Kerémoglu. 
–Yo ya la conocía –responde Sefertzidis–. Claro que no la reconocí enseguida, habían pasado muchos años, pero, cuando preguntó por Safó, y antes de decirle que había muerto, le pregunté quién era. Y entonces me dijo su nombre. 
–¿De qué la conocía usted? 
–Cuando los sucesos de septiembre, los míos eran vecinos de la familia donde trabajaba ella. Los patrones de María vinieron a esconderse en nuestra casa, porque en nuestro apartamento sólo había griegos y armenios. Entonces la conocí. 
–Incluso a mí, que no la conocía, su visita me benefició –interviene Kerémoglu–. Porque traía una tirópita para Safó y nos la repartimos. Hasta el desdentado de Jarálambos comió. Y qué tirópita, estaba deliciosa. 
Los miro atentamente para asegurarme de que siguen vivos. 
–¿No les pasó nada después de comer la empanada? –pregunto para cerciorarme. 
–¿Qué nos iba a pasar? –se extraña Sefertzidis–. Acabamos de decírselo, estaba para chuparse los dedos. La comimos en lugar del trigo hervido para que a Safó le fueran perdonados los pecados. 
María necesita el perdón de sus pecados mucho más que Safó, aunque ellos no lo saben. A primera vista, no parece que les haya pasado nada, porque estos vejestorios habrían caído redondos. La empanada de queso no contenía veneno, como tampoco lo contenía la empanada de Efterpi Lasaridu. No obstante, decido no arriesgarme y preguntar al médico, para asegurarme de que realmente no hubo víctimas." 
Petros Markaris (2011). Muerte en Estambul (ebook). Barcelona: Tusquets (pàg. 96-99).

La María Jambu decideix venjar-se de tots els qui la van tractar malament enverinant-los amb el que sempre ha brodat: una tyropita. No puc deixar de felicitar-la perquè segur que és una arma infal·lible: ningú es resistirà a menjar-se-la. L'únic que se li pot retreure és que hagi trigat tant a rebel·lar-se contra aquells que la maltractaven, però cadascú necessita el seu temps per adonar-se de les situacions i per saber com reaccionar-hi.

M'encantaria pensar que mai més cap dona es trobarà en aquesta situació i no sabrà com sortir-se'n. M'encantaria veure que la societat realment ha evolucionat i hi ha igualtat en tots els àmbits. Sempre he pensat en mi com a persona, com a professional, mai he entrat a fer distincions de gènere i crec que sempre hauria de ser així, hauríem de pensar en una societat en què tots som iguals, en què el gènere no importa. Som persones, més enllà del gènere i de l'orientació sexual.

M'agradaria que no tingués sentit el dia de la dona treballadora perquè ho fossin tots els dies... Això ho podrà veure la meva filla algun dia? Tant de bo!

A ella li dedico aquest post, perquè l'estimo, perquè vull que continuï sent com és i que ningú la faci canviar. Aquest és un dels seus plats preferits, que va descobrir aquest estiu a Grècia i del qual ha quedat per sempre més enamorada, com de Grècia, com jo. Per tu, Irene! T'ho mereixes tot!

Tyropita

Ingredients (4 p.)

1 paquet de pasta filo (necessitarem uns 8 fulls i en els paquets n'hi sol haver 10)
250 g de formatge feta
30 g de mantega (per a la beixamel) + 50 g de mantega per untar
30 g de farina
1/4 l de llet
1 ou
Sal, oli, pebre
Julivert trinxat
Nou moscada
Sèsam negre

Tallem el formatge feta a dauets i els reservem. Aleshores fem el farciment de l'empanada.

En un cassó, hi posem els 30 g de mantega i, quan s'hagi fos, hi afegim la farina. Deixem que s'enrosseixi i hi anem afegint la llet calenta de mica en mica. Hi afegim la sal, el pebre i la nou moscada i anem fent una beixamel.

Un cop està feta la beixamel hi afegim el formatge que hem tallat a daus, el julivert i l'ou. Ho barregem tot bé i ho deixem refredar.

Preescalfem el forn a 200º mentre anem preparant l'empanada.

Agafem un full de pasta filo i l'untem amb mantega fosa. El tapem amb un altre full i també el pintem amb mantega fosa. Repetim l'operació amb dos fulls més. Afegim el farciment mirant que ocupi només la meitat del plec de fulls, els dobleguem, girem les vores perquè quedin enganxades, ho pintem per damunt tot amb mantega fosa i hi afegim llavors de sèsam negre per decorar.

Ho posem al forn que ja estarà preescalfat i ho deixem coure a 180º uns 10 minuts o fins que estigui ros.

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