Emocionats fins a les llàgrimes sabent que aquell era EL dia

"Una vez al mes, mi abuelo adoptaba durante el desayuno una expresión severa y solemne, se levantaba sin decir palabra y se marchaba solo hacia la lonja. Comprendíamos así que ése era EL día. Mi abuela alzaba los ojos al cielo, mascullaba que «otra vez iba a apestar durante siglos» y farfullaba algo desagradable sobre las aptitudes culinarias de su marido. A mí, que estaba emocionado hasta las lágrimas ante lo que se avecinaba, por mucho que supiera que lo decía de broma, me disgustaba un poco que la mujer no se sometiera humildemente a ese momento sagrado. Una hora más tarde, mi abuelo volvía del Puerto con una enorme caja que olía a marea. Nos mandaba a la playa, a nosotros los «chavales», y nos marchábamos, temblando de excitación y, aunque con el pensamiento ya estuviéramos de vuelta, obedecíamos dóciles y atentos a no contrariar-lo. Cuando regresábamos a la una, de baños a los que nos habíamos entregado distraídamente, esperando impacientes que llegara la hora del almuerzo, ya desde antes de doblar la esquina olisqueábamos en el aire el celestial aroma. Habría podido llorar de felicidad. 
Las sardinas asadas llenaban todo el barrio con su olor a mar y a brasas. Un espeso humo gris se elevaba sobre las tuyas que cercaban el jardín. Los hombres de las casas vecinas habían venido a ayudar a mi abuelo. Sobre unas enormes rejillas los pececitos plateados se asaban ya al viento del mediodía. Se reía, se charlaba, se descorchaban botellas de vino blanco seco bien frío, los hombres se sentaban por fin, y las mujeres salían de la cocina con sus pilas de platos inmaculados. Con un gesto hábil, mi abuela cogía un cuerpecito grueso, olisqueaba el aroma y lo lanzaba sobre un plato junto con unos pocos más. Con sus ojos dulces y como atontados me miraba con ternura y decía: 
—¡Toma, mi niño, la primera para ti! ¡Es que hay que ver cómo le gustan, oye! 
Y todos se echaban a reír y me palmeaban la espalda mientras la prodigiosa pitanza aterrizaba ante mí. Yo ya no oía nada. Con los ojos exorbitados, miraba fijamente el objeto de mi deseo; la piel gris y reventada, surcada de largos rayajos negros, ya ni siquiera se adhería a los flancos que cubría. Mi cuchillo hendía el lomo del animal y dividía con tiento la carne blanquecina, asada en su punto, que se desprendía en láminas firmes sin oponer la más mínima resistencia." 
Muriel Barbery (2010). Rapsodia Gourmet (trad. Isabel González-Gallarza). Barcelona: Seix Barral (pàg. 48-50).

No tinc cap mena de dubte que les sardines a la brasa són de les coses més delicioses que hi ha. És cert que desprenen una olor intensa —de mar i de brases, com diu la Muriel—, però aquesta aroma aconsegueix fer obrir la gana de qui la sent. Per a mi és similar a l'olor de coure calçots i fins i tot de la carn a la brasa.

Són menjars festius, per fer en família o entre amics, d'anar coent-ho tot mentre xerres i prens una cervesa ben freda i fas el vermut. Sense pressa, gaudint de cada moment de la preparació tant com després gaudiràs del dinar. Encara haurem d'esperar una mica per poder fer barbacoes, calçotades o sardinades, però tot arribarà. Mentrestant ens hem de conformar amb menjar-nos les sardines cuites al forn. Una alternativa gens comparable amb la brasa, però molt digna.

Sardines al forn

Ingredients (4 p.)

20 sardines
1 pebrot verd
1 ceba tendra
1 gra d'all
Pa ratllat
Julivert
Oli d'oliva verge extra
Sal, pebre negre


Netegem les sardines, les obrim, les salem i les col·loquem en una plàtera de forn.

Rentem el pebrot i el tallem en cercles. Pelem i rentem la ceba i la tallem també en cercles o com ens agradi més. Pelem i piquem l'all. Posem oli d'oliva en una paella i hi saltem les verdures. Quan estiguin, les aboquem al damunt de les sardines.

Preescalfem el forn. Afegim al damunt de les sardines un raig d'oli d'oliva, pebre molt i una mica de pa ratllat. Posem la plàtera al forn a 180º durant quinze minuts. Quan la traiem del forn, hi posem julivert fresc acabat de picar.

Netegem i obrim les sardines, les salem i les posem una plàtera de forn

Saltem la ceba, l'all i el pebrot

Aboquem les verdures al damunt de les sardines i hi afegim oli, pebre i pa ratllat

Ho posem al forn a 180º durant 15 minuts

Hi afegim julivert fresc i ho servim

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