Se'n prepara una de grossa mentre mengem salsitxes amb alegria

"Cuando se hartaba de estar sentado en casa y le entraban ganas de verse con sus amigos de armas en la cervecería, o de disparar en la sala de tiro, iba a pedirle un préstamo a su hermana Teresa. 
En la mesa de su hermana la comida era de mejor calidad y más sabrosa que la de su madre. Además, Karnowsky disponía de una selecta colección de vinos, licores y coñac, no sólo de producción nacional sino de importación. Hugo saboreaba con gran placer el coñac francés, que apreciaba desde el tiempo que pasó en el frente de Francia. Además, le birlaba a su cuñado un puñado de cigarrillos de la tabaquera y, mientras respiraba el profundo aroma de los cigarrillos egipcios, cavilaba sobre la injusticia del mundo y de esos cochinos tiempos: que un medicucho de prominente nariz, que se ocupaba de recetar enemas, se encontrara allá arriba, mientras él, un lugarteniente alemán, se revolcaba abajo en el polvo. [...] 
No le gustaba tener desavenencias con su cuñado. Con todo su desprecio hacia el medicucho judío especialista en enemas, sentía inferioridad cuando se lo encontraba de frente. El doctor Karnowsky, como la mayoría de los médicos, adoptaba un comportamiento irónico hacia los que no eran de su profesión, como si las vidas de éstos estuvieran en sus manos. 
¿Y qué se cuenta el lugarteniente? preguntó Georg bromeando.
A Hugo Holbeck no le agradaba que su cuñado se refiriera a él por su grado. En boca de Karl o de otros criados le gustaba oírlo, pero pronunciado por el doctor Karnowsky, en cierto modo le sonaba como una ofensa. Había mucho desdén en su tono. 
¿Qué podría contar un oficial alemán en estos tiempos malditos? respondió como de costumbre, dando a entender que corrían tiempos de Karnowsky y no de Holbeck. 
Los tiempos malditos van a durar mucho, Herr Oberleutnant profetizó el doctor Karnowsky, y hasta que cambien puede usted acumular tal reumatismo que no le quedará otra cosa que ser un general fuera de servicio.... 
Yo veo las cosas desde otro punto de vista, Herr doctor replicó Hugo. 
Bueno, mientras tanto vamos a almorzar; tengo un hambre de lobo afirmó el doctor Karnowsky y entró con su cuñado y con Yegorgen en el gran comedor, donde la mesa ya estaba preparada. [...] 
Respiró hondo cuando salió de la casa. Como era habitual en él, le había costado trabajo despedirse. Dando repetidas vueltas cerca de su cuñado, fumaba un pitillo tras otro. El doctor Karnowsky sabía muy bien por qué razón se demoraba Hugo en marcharse, y vino en su ayuda del modo abrupto que acostumbraba: 
¿Cuánto? le preguntó mirándole a los ojos. 
Veinticinco marcos, si es posible respondió Hugo, azorado. Cuando empiece a trabajar, se lo devolveré todo, palabra de lugateniente... 
El doctor Karnowsky conocía esa canción, la misma cada vez que su cuñado le pedía un préstamo. 
Dejémoslo en quince marcos replicó con espíritu jocoso, y le tendió el dinero. 
Hugo tomó los billetes y salió a toda prisa. «Ese idiota de mierda», gruñía colérico por haber tenido que pedir dinero a su cuñado, que además, como buen judío, le había regateado. 
En la cervecería bávara de Schmidt, en el Potsdamer Brücke, se recompuso y volvió a ser él mismo. Allí se reunían muchos antiguos oficiales, así como estudiantes y sus muchachas. La cerveza era excelente; las salchichas, sabrosas, y el chucrut, en su punto de sal. Los amigos le saludaban dando un taconazo y las camareras le sonreían. 
Cuando los estudiantes, ya ebrios, se enzarzaban en discusiones, el ambiente se calentaba y cobraba vida. Los invitados de la cervecería bávara de Schmidt pertenecían en su gran mayoría a las vanguardias. Hablaban acerca de la lucha por el despertar de Alemania, de la venganza contra Francia y de los malditos traidores residentes en Berlín occidental, esos judíos dueños del capital que habían clavado un puñal en la espalda del ejército de los héroes. Pese a que Hugo no participaba en los debates, porque no sabía ni le gustaba hablar lo suyo era ir en cabeza de una brigada armada, recibir y transmitir órdenes, disfrutaba escuchando palabras atrevidas y grandilocuentes. 
Prosit! brindaba con sus amigos, e ingería jarra tras jarra de la espumosa bebida. 
Más tarde, salía con una de las camareras. Por la mañana, si aún le quedaba algo de lo que le había dado Georg, iba a la sala de tiro. De vez en cuando ganaba un paquete de cigarrillos por haber acertado en la diana."
Israel Yehoshua Singer (2015). La familia Karnowsky (trad. Rhoda Henelde i Jacob Abecasís). Barcelona: Acantilado (pàg. 263, 268, 272-273).

En aquesta situació que vivim aquests dies, he volgut recuperar aquest gran llibre que, mitjançant la narració de la vida de tres generacions d'una família, ens fa una crònica d'una època convulsa i ens mostra un teixit de personalitats i ànimes que viuen en aquesta època, des la més noble fins a la més mesquina.

Quants Hugos, carregats d'odi i ressentiment, hem pogut veure als carrers aquests dies apallissant amb total impunitat els nostres fills? Fins quan ha de durar això? De debò no farà res Europa veient aquesta violació sistemàtica dels drets humans?

Perdoneu, però algú ho havia de dir. Aquests dies tampoc he entès que, passant tot el que passava, hi hagués gent que continués penjant alegrement fotos de magdalenes i pans de pessic sense fer cap comentari. Potser pensen que això no va amb ells, però s'equivoquen, això va amb TOTS, ens afecta a TOTS. I si no, el temps ens ho dirà.

Salsitxes amb vi

Ingredients (4 p.)

700 g de salsitxes
1 ceba grossa
1 gra d'all
1 fulla de llorer
2 gots de vi blanc
Oli d'oliva verge extra
Pebre negre en gra, sal (opcional, jo no en poso)

Pelem, rentem i tallem la ceba en juliana. Pelem i piquem el gra d'all.

Posem oli d'oliva en una cassola i, quan estigui calent, marquem les salsitxes per totes les bandes i les reservem. Abaixem el foc i hi tirem el gra d'all, i de seguida, la ceba i deixem que s'estovi i es dauri una mica.

Hi tornem a afegir les salsitxes i les remenem una mica perquè es barregin bé amb la ceba. Hi afegim el pebre en gra i el llorer, i finalment el vi.

Apugem una mica el foc un parell de minuts perquè s'evapori l'alcohol i, després, el tornem a abaixar i deixem que es coguin les salsitxes uns 20 minuts, fins que el vi es redueixi i quedi una salsa espesseta.

Marquem les salsitxes

En el mateix oli, enrossim una mica l'all

De seguida, hi afegim la ceba i deixem que s'estovi i es dauri

Hi tornem a posar les salsitxes, el pebre i el llorer

Hi afegim el vi, apugem el foc perquè s'evapori l'alcohol i després l'abaixem

Deixem que es coguin les salsitxes i es redueixi la salsa


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