Púding amb sorpresa per a monsieur Poirot

"El  momento supremo había llegado. El pudding de Navidad fue llevado al comedor con toda la pompa. El viejo Peverell, temblándole las manos y las rodillas con la debilidad de sus ochenta años, no consintió que nadie lo llevara sino él. La señora Lacey se apretaba las manos, llena de ansiedad. ¡Un día de Navidad, seguro, Peverell caería difunto! Teniendo que escoger entre el riesgo de que cayera muerto o herir sus sentimientos de tal modo que prefiriera caer muerto a estar vivo, la señora Lacey había escogido hasta entonces la primera de las dos alternativas. En una bandeja de plata, el pudding de Navidad reposaba en toda su gloria. Un pudding enorme, con una ramita de acebo prendida en él como una bandera triunfal y rodeado de gloriosas llamas azules y rojas. Se oyeron gritos de alegría y de pasmo. 
Una cosa había conseguido la señora Lacey: persuadir a Peverell de que colocara el pudding frente a ella, en lugar de pasarlo alrededor de la mesa. Al verlo frente a ella, sano y salvo, la señora Lacey lanzó un suspiro de alivio. Fueron pasándole rápidamente los platos, con las llamas lamiendo todavía las porciones de pudding
–Pida algo, monsieur Poirot –exclamó Bridget–. Pida algo antes de que la llama se apague. ¡Corre, abuelito, corre! 
La señora Lacey se echó hacia atrás, lanzando un suspiro de satisfacción. La Operación Pudding había resultado un éxito. Delante de cada comensal había una ración rodeada de llamas. Se produjo un breve silencio alrededor de la mesa, mientras todo el mundo hacía su petición. 
Nadie pudo observar la expresión extraña del rostro de monsieur Poirot, mientras miraba la ración de pudding de su plato. «No coma nada del pudding de ciruela.» ¿Qué podría querer decir aquella advertencia siniestra? ¡No podía haber ninguna diferencia entre su ración de pudding y la de cualquier otro! Suspirando, tuvo que reconocer que estaba desconcertado; y a Hércules Poirot nunca le gustaba reconocer que estaba desconcertado. Cogió la cuchara y el tenedor. 
–¿Un poco de salsa de mantequilla, monsieur Poirot? 
Poirot se sirvió salsa de mantequilla, mostrando su aprobación. 
–Has cogido otra vez mi coñac, ¿verdad, Em? –dijo el coronel de buen humor desde el otro extremo de la mesa. 
La señora Lacey le sonrió. 
–La señora Ross insiste en usar el mejor coñac, querido –dijo–. Dice que en eso consiste todo lo notable del plato. 
–Bueno, bueno –dijo el coronel Lacey–. Sólo es Navidad una vez al año y la señora Ross es una excelente cocinera. 
–Ya lo creo que lo es –dijo Colin–. Menudo pudding de ciruelas. ¡Ummm!Se metió en la boca un gran bocado. 
Suavemente, casi con cautela, Poirot atacó su ración de pudding. Comió un bocado. ¡Estaba delicioso! Probó otro bocado. En su plato había un objeto brillante. Investigó con un tenedor. Bridget, sentada a su izquierda, acudió en su ayuda. 
–Tiene usted algo, monsieur Poirot –dijo–. ¿Qué será? 
Poirot apartó las pasas que rodeaban un pequeño objeto de plata. 
–¡Ah! –dijo Bridget–. ¡Es el botón de soltero! ¡Monsieur Poirot tiene el botón de soltero! 
Poirot sumergió el pequeño botón de plata en el agua que tenía en su plato para enjuagarse las manos y le quitó las migas de pudding
–Es muy bonito –observó. 
–Eso significa que se va a quedar soltero, monsieur Poirot –explicó. 
–Eso es de suponer –repuso Poirot con gravedad–. Llevo muchísimos años de soltero y es improbable que vaya a cambiar ahora de estado. 
–No pierda las esperanzas –dijo Michael–. Leí en el periódico el otro día que un hombre de noventa y cinco se casó con una chica de veintidós. 
–Me das ánimos –contestó sonriendo Hércules Poirot. 
De pronto, el coronel Lacey lanzó una exclamación. Con el rostro amoratado, se llevó la mano a la boca. 
–Maldita sea, Emmeline! –bramó–.¿Cómo le consientes a la cocinera poner un cristal en el pudding
–¡Cristal! –exclamó la señora Lacey, atónita. 
El coronel Lacey sacó de la boca la ofensiva sustancia. –Me podía haber roto una muela –gruñó–. O habérmela tragado sin advertirlo y producirme una apendicitis. 
Dejó caer el trozo de vidrio en la vasija de enjuagarse los dedos, lo limpió y lo contempló unos segundos. 
–¡Válgame Dios! –exclamó–. Es una piedra roja de uno de los broches de los petardos. 
Lo sostuvo en alto. 
–¿Me permite? 
Con mucha habilidad, monsieur Poirot se extendió por detrás de su vecino de mesa, cogió la piedra de los dedos del coronel y la examinó con atención. 
Como había dicho el señor de la casa, era una enorme piedra roja, color rubí. Al darle vueltas en la mano, sus facetas lanzaban destellos. Uno de los comensales apartó vivamente su silla y en seguida la volvió a su sitio. 
–¡Ahí va! –exclamó Michael–. ¡Qué imponente, si fuera de verdad! 
–A lo mejor es de verdad –dijo Bridget, esperanzada. 
–No seas bruta, Bridget. Un rubí de ese tamaño valdría miles y miles de libras. ¿Verdad, monsieur Poirot? 
–Verdad, verdad –confirmó Poirot. 
–Pero lo que yo no comprendo –dijo la señora Lacey– es como fue a parar al pudding
–¡Ay! –exclamó Colin, concentrando su atención en el pudding que tenía en la boca–. Me ha tocado el cerdo. No es justo. 
Bridget empezó a canturrear: 
–¡Colin tiene el cerdo! ¡Colin tiene el cerdo! ¡Colin es el cerdito tragón! 
–Yo tengo el anillo –dijo Diana con voz alta y clara. 
–Suerte que tienes, Diana. Te casarás antes que ninguno de nosotros. 
–Yo tengo el dedal –se lamentó Bridget. 
–Bridget se va a quedar solterona –canturrearon los dos chicos–. Bridget se va a quedar solterona. 
–¿A quién le ha tocado el dinero? –preguntó David–. En el pudding hay una auténtica moneda de oro de diez chelines. Me lo dijo la señora Ross. 
–Creo que soy yo el afortunado –dijo Desmond Lee-Wortley. 
Los dos vecinos de mesa del coronel Lacey le oyeron murmurar: 
–¡Cómo no! 
–Yo tengo el anillo –dijo David. Miró a Diana–. Qué coincidencia, ¿verdad?Continuaron las risas. Nadie se dio cuenta de que monsieur Poirot, con descuido, como si estuviese pensando en otra cosa, había deslizado la piedra roja en uno de sus bolsillos."  
Agatha Christie (1961). El 'pudding' de Navidad. Barcelona: Molino (cap. IV).

Púding de pa

Ingredients (6-8 p.)

1 l de llet
440 g de sucre
250 g de pa sec
2 sobre de sucre vainillat
3 ous
Canyella mòlta

Per fer el caramel
80 g de sucre

Escalfem la llet amb el sucre i hi posem el pa perquè es remulli, juntament amb el sucre vainillat i un polsim de canyella. Quan el pa estigui tot xopat de llet, hi afegim els ous i ho passem tot per la batedora perquè quedi homogeni.

Posem 80 g de sucre en un pot al foc i anem remenant fins que es faci el caramel. Quan estigui fos, ho aboquem en el motlle en què farem el púding, molt ràpid perquè de seguida se solidifica.

Afegim la massa al motlle i ho posem a coure al forn al bany Maria, a una temperatura de 180 ºC durant una hora aproximadament. El deixem refredar a la nevera, desemmotllem i servim.


Posem el pa en remull amb la llet i el sucre

Hi afegim els ous i ho batem tot perquè quedi homogeni

Escalfem el sucre en un pot al foc per fer el caramel sense deixar de remenar

Quan estigui fos, l'aboquem al motlle

Aboquem la mescla al motlle i el posem a coure al forn al bany Maria

El deixem coure 50 minuts a 180º i el traiem i el deixem refredar
Quan estigui fred el desemmotllem i el deixem a la nevera

Comentaris

  1. La senyora Ross, una cuinera excel·lent, sap que un púding de Nadal s'ha de fer amb unes quantes setmanes d'antelació i deixar-lo reposar. Com més temps es conserva dins del que és raonable, més bo és. A banda d'això, en el púding de Nadal hi ha moltes més tradicions a complir: tots els membres de la casa han de passar per la cuina per batre el púding almenys un cop i demanar un desig, s'hi han de posar 6 objectes que tindran un significat per a la persona que els trobarà (1 botó, 2 anells, 1 didal, 1 porquet i 1 moneda), amb el que no comptaven és que també hi hauria un robí...

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